En un país atravesado históricamente por la polarización, un nuevo eje de antagonismo parece estar tomando protagonismo: el antimileísmo. Según la última encuesta nacional de Zuban-Córdoba, cerrada en julio de 2025, un 53,6% de los argentinos se define como contrario a Javier Milei, superando por primera vez en proporción al tradicional antikirchnerismo, que cayó al 45,2%. Este dato marca un punto de inflexión en el escenario político argentino, con implicancias directas en la gobernabilidad y el clima electoral de cara a 2025.
El declive libertario
Los números son contundentes: mientras el mileísmo caía del 42,3% de apoyo en mayo de 2024 al 28,1% en julio de este año, el rechazo a Milei crecía en forma sostenida. Entre enero y julio de 2025, el antimileísmo subió 7,1 puntos porcentuales, alcanzando una mayoría absoluta. Es una dinámica inversa a la que experimentó el presidente durante su ascenso político, cuando el rechazo a su figura parecía limitado frente al descontento con el kirchnerismo y el peronismo.
Este cambio de humor social también se refleja en la intención de voto: el 52,8% de los encuestados afirmó que castigará con su voto la gestión del gobierno libertario, mientras que solo el 38,3% se mostró dispuesto a premiarla. Incluso entre los votantes de Milei en el balotaje de 2023, un 16,6% ya no lo acompaña y expresa su intención de votar en contra.

Las razones del desencanto
Entre quienes rechazan al oficialismo, el 50% lo hace por considerar que Milei está “destruyendo el Estado y las políticas públicas” y por la percepción de una crueldad en su estilo de gobierno. Además, un 13,1% repudia su alineamiento con líderes internacionales como Donald Trump y el gobierno de Israel, lo que revela una sensibilidad geopolítica emergente.
Por el contrario, los votantes que aún respaldan a Milei destacan como puntos fuertes el control de la inflación (23,6%) y su supuesta honestidad y transparencia (19,7%). Sin embargo, estos argumentos parecen insuficientes para sostener una mayoría, en medio de una crisis económica y social persistente.
Identidades políticas por la negativa
El informe confirma una característica constante de la política argentina: las identidades políticas se construyen cada vez más desde la negación que desde la afirmación. El 45,2% se identifica como antikirchnerista, aunque esa cifra viene en descenso (en mayo de 2024 era del 53,1%). En cambio, la identificación positiva con el kirchnerismo repuntó del 27,9% en enero al 34,3% en julio, tras la detención de Cristina Fernández de Kirchner.
Un fenómeno similar se observa en la grieta peronista: el 39,7% se dice peronista, mientras el 38,7% se declara anti. Esta paridad contrasta con el claro desequilibrio que muestra hoy la polarización entre Milei y sus opositores.
En este contexto, el 55,4% de los argentinos ve al presidente como un riesgo para la sociedad, frente a un 37,8% que lo sigue considerando un agente de cambio. La figura de Milei, que alguna vez encarnó la promesa de “romper con todo”, ahora parece enfrentarse a su propio límite: la fatiga social con el conflicto permanente y la destrucción sin construcción.
¿Cambio de era?
La aparición del antimileísmo como nueva mayoría social plantea preguntas incómodas para el oficialismo. ¿Podrá Milei sostener su proyecto ante una resistencia creciente que no solo cuestiona su estilo, sino también su legitimidad? ¿Se convertirá este sentimiento en una nueva identidad política, capaz de articular una oposición eficaz y coherente?
Los conflictos sociales, como el Garraham, y los salarios y jubilaciones sin aumentos, la fragmentación de sus propias fuerzas y las especulaciones en materia económica podrían ser parte del próximo foco de conflictividad alimentada por las huestes que reafirman su oposición como identidad.